Zacarías 9:9-12
9 Alégrate mucho, hija de Sión; da voces de júbilo, hija de Jerusalén:
he aquí, tu rey vendrá á ti, justo y salvador, humilde, y cabalgando sobre un
asno, así sobre un pollino hijo de asna.
10 Y de Efraín destruiré los carros, y los caballos de Jerusalén;
y los arcos de guerra serán quebrados: y hablará paz á las gentes; y su señorío
será de mar á mar, y desde el río hasta los fines de la tierra.
11 Y tú también por la sangre de tu pacto serás salva; yo he
sacado tus presos del aljibe en que no hay agua.
12 Tornaos á la fortaleza, oh presos de
esperanza: hoy también os anuncio que os daré doblado.
Los sucesos que siguen a esta declaración de Cristo como Rey se relatan en los evangelios.
La verdadera fe de la multitud que gritaba ¡“Hosanna”! en la entrada triunfal, se revela en Mt 21:11. Que Jesús no fue engañado por su aparente recibimiento
como Rey se ve en el hecho que El lloro sobre Jerusalén y anuncio la inminente destrucción
de esta ciudad (lo cual se cumplió en 70 D.C. Lc. 19:38-44). La misma multitud grito después “¡Crucifícale!”
¿Porque debió tener lugar la entrada triunfal?
Para cumplir la profecía: apenas hay otras más
expresivas en el Antiguo Testamento acerca del carácter y obra de Cristo,
exceptuando Isaías 53. Pero tanto como es clara para los cristianos, era y
resulta todavía oscura, para los judíos que no han creído en el Señor. La
profecía habla del mesías como:
a) Rey humilde (9). Esta es su gloria
para nosotros los cristianos. Es el más grande de los hombres porque se hizo el
más humilde.
Y estando en la
condición de hombre, se humillo a sí mismo, haciéndose obediente hasta la
muerte, y muerte de cruz. Por lo cual Dios también lo exalto hasta lo sumo, y
le dio un nombre que es sobre todo nombre. (Filipenses
2:8,9).
Pero es incomprensible para los judíos
que solo veían en su Mesías un rey humano. Nosotros sabemos que fue humilde de
corazón por haber sido el único hombre perfecto y somos invitados a imitarle (Mateo 11:29).
b) Pacífico
(10). Este
fue el gran objeto de Su Venida, pacificar a los hombres con Dios y a éstos
mutuamente. Esto último se cumplirá sin tardar mucho. Las guerras sin paralelo
de nuestra generación son probablemente las últimas convulsiones del gran
enemigo herido de muerte en su lucha espiritual con nuestro invicto Caudillo
(Apocalipsis 12:12).
Los judíos hubiesen querido ver a Cristo no montado en un
manso asno, sino sobre un caballo dirigiéndose al asalto de la fortaleza
Antonina; pero la profecía decía otra cosa. Como en el caso de si nacimiento
(Mateo 2:5), los pensamientos de Dios no coincidían con la ilusión humana. Son
mucho más altos, con ser más bajos en su momentánea apariencia.
c) Salvador (v. 11) ¡Cuan diferente era
el significado que los rabís daban a esta palabra del que tiene realmente!
Debía salvarles, no del yugo romano, sino del pecado. Este texto aclara tal
sentido. No dice: por tu valeroso ejército, sino “por la sangre de su Pacto”.
El Antiguo pacto con Israel era la promesa del Nuevo, que iba a ser sellado
aquella misma semana con al preciosísima sangre del Hijo de Dios (Mateo 26:28).
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