miércoles, 4 de abril de 2012

La entrada de Jesús en Jerusalén



Entrada triunfal, Domingo de Ramos, triumphal entry1 Cuando se acercaron a Jerusalén y llegaron a Betfagé, al Monte de los Olivos, Jesús envió dos discípulos, 2 diciéndoles: «Id a la aldea que está enfrente de vosotros, y en seguida hallaréis una asna atada y un pollino con ella. Desatadla, y traédmelos. 3 Y si alguien os dice algo, contestadle: “El Señor los necesita, pero luego los devolverá”».
4 Todo esto aconteció para que se cumpliera lo que dijo el profeta:

5 «Decid a la hija de Sión:
tu Rey viene a ti,
manso y sentado sobre un asno,
sobre un pollino, hijo de animal de carga»

6 Entonces los discípulos fueron e hicieron como Jesús les mandó. 7 Trajeron el asna y el pollino; pusieron sobre ellos sus mantos, y él se sentó encima. 8 La multitud, que era muy numerosa, tendía sus mantos en el camino; otros cortaban ramas de los árboles y las tendían en el camino.
9 Y la gente que iba delante y la que iba detrás aclamaba, diciendo: «¡Hosana al Hijo de David! ¡Bendito el que viene en el nombre del Señor! ¡Hosana en las alturas!».
10 Cuando entró él en Jerusalén, toda la ciudad se agitó, diciendo:
--¿Quién es este?
11 Y la gente decía:
--Este es Jesús, el profeta, el de Nazaret de Galilea. (Mateo 21:1-11)


La entrada de Jesús en Jerusalén tanto como sus primeras acciones allí fueron muy precarias. El mesianismo judío y sus observaciones eran de carácter político, mientras que la misión de Jesús era profética (Lucas 9:31).

Esta entrada dramatizada simbolizo la misión de Jesús “a las ovejas perdidas de la casa de Israel” (Mt. 10:16). Israel había olvidado su razón de ser, establecida por Dios a Moisés en el Monte Sinaí: “me seréis un reino de sacerdotes y una nación santa” (Éxodos 19:6). Dios les instituyó como una nación elegida a una obra de servicio a todas las naciones, pero ellos llegaron a ser una nación con pretensiones de ser servidos por las naciones en su capital mundial de Jerusalén. Sus deseos políticos resultarían en su destrucción nacional como predijo Jesús (Mt 24:2). Escribiendo una década después de la destrucción de Jerusalén en 70 d.c. Mateo ratificó las palabras de Jesús citando las Escrituras (Isaías 62:11; Zacarías 9:9; Salmos 118:25, 26; Deuteronomio 18:15).     


V1 Aquí los nombres geográficos eran reales, además de simbólicos. Jerusalén como “la ciudad de David” debía recibir al Hijo de David (vr 9). Betfagé quiere decir “la casa de higos tiernos”, indicando la condición espiritual que Dios esperaba de Israel (Mt. 21:18-20).

V2, 3 los principales sacerdotes resolvieron matar (a Jesús) también a Lázaro (Juan 12:10), por eso fue necesario hacer planes secretos para conseguir una asna y un borriquillo con ella para dramatizar la entrada de Jesús en Jerusalén. Asimismo, la amenaza judía dictaba una contraseña: El señor los necesita. Sin estos preparativos previos, los sacerdotes con la ayuda romana pudieran haber estorbado esta entrada significante.

V4, 5 Según Mateo, todo el plan se realizo porque ajustaba con el propósito divino anunciado por el profeta (o los profetas). Isaías 62:11 contiene la promesa de la salvación para la hija de Sion (Jerusalén). Zacarías 9:9 predice: tu Rey viene a ti, manso y sentado sobre una asna. Es notable que Mateo no incluyó otras expresiones de profetas como Isaías: “su recompensa viene con él”, ni de Zacarías: “justo y victorioso”, no dejando ninguna incertidumbre de que la entrada de Jesús en Jerusalén fue una expresión de servicio, no una conquista en busca de recompensa.

V6, 7 Los discípulos hallaron todo como Jesús les había dicho y pusieron sobre ellos sus mantos y él se sentó encima de ellos. Algo difícil de entender es la palabra ellos como referencia a los mantos o a los animales. Era imposible para Jesús sentarse sobre dos animales a la vez, por eso, algunos interpretan que los mantos fueron colocados encima de los dos animales, pero que Jesús se sentó encima de ellos(los mantos) que fueron puestos sobre uno de los animales.

V8-11 Tender los mantos y las ramas por el camino fue un acto de júbilo y adoración. Además, con la aclamación atribuyeron a Jesús dos títulos mesiánicos: Hijo de David y el que viene en el nombre del Señor (Salmos 118:25,26). También las multitudes con mucho entusiasmo gritaron: ¡Hosanna en las alturas! Designándole como el profeta que Moisés les había prometido (v11; Deuteronomio 18:15). Sin embargo, todavía insistieron en sus esperanzas vacías de la libertad política del yugo romano, la restauración del trono de David y el establecimiento de un reino judío en Jerusalén 

¿Cuándo somos triunfadores?

La entrada triunfal de Jesús en Jerusalén nos invita pensar de nuevo el concepto de éxito que sobresale en nuestras iglesias hoy en día. No son las estadísticas de asistencia, programas y actividades las que muestran si somos triunfantes en Cristo, ni los edificios construidos son evidencias de la victoria espiritual. Mas bien, el triunfo constantemente ha sido la humildad delante de Dios y el servicio a favor de otros, como dijo el profeta, confirmado por Jesucristo mismo: “He aquí tu Rey viene a ti, humilde y montado sobre un asno” (Zacarías 9:9) 

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